5 jul 2017

UN EXPERIMENTO PELIGROSO: ¡NO LO HAGAS EN CASA!

UN EXPERIMENTO PELIGROSO:

¡NO LO HAGAS EN CASA!

Un experimento peligroso:

Tomamos la palabra a quienes afirman en serio que Francisco es el Papa

Damas y caballeros, el siguiente experimento va a ser extremadamente peligroso. Por favor, póngase las gafas protectoras, guantes y una mascarilla en la boca  para reducir al mínimo el peligro a que se expone. Vamos a hacer algo impensable: Durante unos minutos, vamos a tomar en serio la  reclamación de que  ¡Francisco es el Papa de la Iglesia Católica ! Nos limitaremos a intentar la cuadratura del círculo y fingir por breve tiempo que el apóstata jesuita Jorge Bergoglio es en realidad el Vicario de Jesucristo en la tierra! El propósito de este experimento altamente tóxico será demostrar las consecuencias que se derivarían de esta absurda suposición. (Este mismo experimento se puede repetir con los nombres de otros antipapas, como Juan XXIII, Pablo VI ,Juan Pablo I, Juan Pablo  II,[ o Benedicto XV]I. pero se recomienda que no intente hacerlo en casa.)
Hay un sinnúmero de neo-tradicionalistas dentro y fuera de internet gritando a todo pulmón que Francisco es el Papa. John Salza y Robert Siscoe incluso han escrito un libro de 700 páginas intentando demostarlo en detalle. Aunque nunca se les ocurriría someterse realmente al hombre que reconocen como Papa, esto es precisamente lo que es obligado hacer  si atendemos a la doctrina católica en caso de que Bergoglio fuese verdaderamente el Papa de la Iglesia Católica. He aquí un breve recordatorio que damos a todos aquellos que tienen apego, selectivo por supuesto,  a la Tradición:
Por lo demás, aun cuando podrán encontrarse a muchos no católicos que predican a pulmón lleno la unión fraterna en Cristo, sin embargo, hallarás pocos a quienes se les ocurra que han de sujetarse y obedecer al Vicario de Jesucristo cuando enseña o manda y gobierna.
(Papa Pio XI, Encíclica Mortalium Animos , n. 7)
Cualquier hombre que pueda demostrar su fe católica y afirmar ser católico debe poder convencer de esto a la Santa Sede.. Denzinger 1441- 1443]
  Para  esta Sede esto es de suma importancia y con ella los fieles de toda la Iglesia deben estar de acuerdo. El hombre que abandona la sede de Pedro sólo puede estar falsamente seguro de que siga estando  en la Iglesia.
… el que juzga al  Romano Pontífice es cismático y si no admite  expresamente su potestad reverenciándola debe dejar de llamarse a sí mismo Católico.
Este no agrada a los neo-cismáticos, que siguen el ejemplo de los herejes de tiempos más recientes. Ellos argumentan que la sentencia de escisión y la excomunión pronunciada contra ellos … era injusta, y por lo tanto carente de fuerza e influencia. Ellos han afirmado también que no pueden aceptar la sentencia dada contra ellos porque  podrían abandonar a los herejes si se les priva de su ministerio. Estos nuevos argumentos son del todo desconocidos y sin precedentes por los antiguos Padres de la Iglesia. Pues  “toda la Iglesia en todo el mundo sabe que la Sede del bendito apóstol Pedro tiene el derecho de declarar otra vez lo que los pontífices han consolidado, ya que esta Sede posee el derecho de juzgar a toda la Iglesia, y nadie puede juzgar su juicio.” los herejes jansenistas se atrevieron a enseñar tales doctrinas como que una excomunión pronunciada por un prelado legal podría ser ignorada con el pretexto de ser injusta. Cada persona debe llevar a cabo, dijeron, su propio deber particular, a pesar de la excomunión. Nuestro predecesor, de feliz memoria Clemente XI en su constitución Unigenitus contra los errores de Quesnell prohibió y condenó las declaraciones de este tipo [véase Denz. 1441-1443 ].
… la Iglesia Católica siempre ha considerado como cismáticos a  los que obstinadamente se oponen a los prelados legítimos de la Iglesia y, en particular, el pastor principal de todos. Como cismáticos evitan la ejecución de sus órdenes e incluso  las niegan, Dado que la facción de Armenia está en ese caso, son cismáticos aunque aún no hayan sido condenados como tales por la autoridad apostólica.
… Tampoco se puede preservar la comunión de  las Iglesias Orientales y la unidad de la fe con nosotros sin estar sujeto al poder apostólico en materia de disciplina. La enseñanza de este tipo es herética ….
..el . Cabeza y Pastor supremo de la Iglesia debe decidir quiénes son católicos y quiénes  no lo son.
(Papa Pio IX, Encíclica Quartus Supra , nn. 8-10,12-13,15)
Pero sea como fuere, ahora , por tan sólo unos minutos, nos gustaría reirnos de nuestros amigos semi-tradicionalistas y tomarles la palabra cuando afirman que Francisco es el Papa de la Iglesia Católica.
Sostener que Francisco posee el Papado significa aceptar todo lo que Francisco afirma de la Iglesia católica y del Papado. Por lo tanto, tomaremos la Constitución del Concilio Vaticano I sobre la Iglesia, Pastor Aeternus , y la aplicaremis  a Jorge Bergoglio, el hombre conocido por el nombre artístico de “Francisco”. Para ello, vamos a sustituir todas las referencias que hay en el documento al “Romano Pontifice” con la palabra “Francisco”, haciendo otros ajustes necesarios para que el documento pueda aplicarse a Francisco. Todos los cambios realizados se indican en letra negrita roja . A pesar de que las modificaciones no comienzan hasta el final del capítulo 2, se presenta el extracto completo para que pueda entenderlo en el contexto. El texto original del Pastor Aeternus , promulgada en 1870 por el Papa Pío IX, se puede encontrar aquí . (En español)
Lo siento amigos, pero es el momento de pescar con cebo: Si realmente cree que Francisco es el Romano Pontífice, entonces  ponga su dinero en su boca; la siguiente versión modificada del Pastor Aeternus no debería plantearle a Ud.  ningún problema.

Primera Constitución dogmática sobre la Iglesia de Cristo, Pastor Aeternus * 
* Edición especial Anti-Sedevacantista 

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¡La ” Pastor Aeternus” habla de ti, Francisco!
El eterno pastor y guardián de nuestras almas, en orden a realizar permanentemente la obra salvadora de la redención, decretó edificar la Santa Iglesia, en la que todos los fieles, como en la casa del Dios viviente, estén unidos por el vínculo de una misma fe y caridad. De esta manera, antes de ser glorificado, suplicó a su Padre, no sólo por los apóstoles sino también por aquellos que creerían en Él a través de su palabra, que todos ellos sean uno como el mismo Hijo y el Padre son unoAsí entonces, como mandó a los apóstoles, que había elegido del mundotal como Él mismo había sido enviado por el Padre, de la misma manera quiso que en su Iglesia hubieran pastores y maestros hasta la consumación de los siglos.
Así, para que el oficio episcopal fuese uno y sin división y para que, por la unión del clero, toda la multitud de creyentes se mantuviese en la unidad de la fe y de la comunión, colocó al bienaventurado Pedro sobre los demás apóstoles e instituyó en él el fundamento visible y el principio perpetuo de ambas unidades, sobre cuya fortaleza se construyera un templo eterno, y la altura de la Iglesia, que habría de alcanzar el cielo, se levantara sobre la firmeza de esta fe.
Y ya que las puertas del infierno, para derribar, si fuera posible, a la Iglesia, se levantan por doquier contra su fundamento divinamente dispuesto con un odio que crece día a día, juzgamos necesario, con la aprobación del Sagrado Concilio, y para la protección, defensa y crecimiento del rebaño católico, proponer para ser creída y sostenida por todos los fieles, según la antigua y constante fe de la Iglesia Universal, la doctrina acerca de la institución, perpetuidad y naturaleza del sagrado primado apostólico, del cual depende la fortaleza y solidez de la Iglesia toda; y proscribir y condenar los errores contrarios, tan dañinos para el rebaño del Señor.
Así pues, enseñamos y declaramos que, de acuerdo al testimonio del Evangelio, un primado de jurisdicción sobre toda la Iglesia de Dios fue inmediata y directamente prometido al bienaventurado Apóstol Pedro y conferido a él por Cristo el Señor. Fue sólo a Simón, a quien ya le había dicho «Tú te llamarás Cefas» que el Señor, después de su confesión, «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo», dijo estas solemnes palabras: «Bendito eres tú, Simón Bar-Jonás. Porque ni la carne ni la sangre te ha revelado esto, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo, tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que ates en la tierra será atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra será desatado en el cielo».Y fue sólo a Simón Pedro que Jesús, después de su resurrección, le confió la jurisdicción de Pastor Supremo y gobernante de todo su redil, diciendo: «Apacienta mis corderos», «apacienta mis ovejas».
A esta enseñanza tan manifiesta de las Sagradas Escrituras, como siempre ha sido entendido por la Iglesia Católica, se oponen abiertamente las opiniones distorsionadas de quienes falsifican la forma de gobierno que Cristo el Señor estableció en su Iglesia y niegan que solamente Pedro, en preferencia al resto de los apóstoles, tomados singular o colectivamente, fue dotado por Cristo con un verdadero y propio primado de jurisdicción. Lo mismo debe ser dicho de aquellos que afirman que este primado no fue conferido inmediata y directamente al mismo bienaventurado Pedro, sino que lo fue a la Iglesia y que a través de ésta fue transmitido a él como ministro de la misma Iglesia.
[Canon] Por lo tanto, si alguien dijere que el bienaventurado Apóstol Pedro no fue constituido por Cristo el Señor como príncipe de todos los Apóstoles y cabeza visible de toda la Iglesia militante; o que era éste sólo un primado de honor y no uno de verdadera y propia jurisdicción que recibió directa e inmediatamente de nuestro Señor Jesucristo mismo: sea anatema.

Capítulo 2:
Sobre la perpetuidad del primado del bienaventurado Pedro en los Romanos Pontífices

Aquello que Cristo el Señor, príncipe de los pastores y gran pastor de las ovejas, instituyó en el bienaventurado Apóstol Pedro, para la perpetua salvación y perenne bien de la Iglesia, debe por necesidad permanecer para siempre, por obra del mismo Señor, en la Iglesia que, fundada sobre piedra, se mantendrá firme hasta el fin de los tiempos. «Para nadie puede estar en duda, y ciertamente ha sido conocido en todos los siglos, que el santo y muy bienaventurado Pedro, príncipe y cabeza de los Apóstoles, columna de la fe y fundamento de la Iglesia Católica, recibió las llaves del reino de nuestro Señor Jesucristo, salvador y redentor del género humano, y que hasta este día y para siempre él vive», preside y «juzga en sus sucesores» los obispos de la Santa Sede Romana, fundada por él mismo y consagrada con su sangre.
Por lo tanto todo el que sucede a Pedro en esta cátedra obtiene, por la institución del mismo Cristo, el primado de Pedro sobre toda la Iglesia. «De esta manera permanece firme la disposición de la verdad, el bienaventurado Pedro persevera en la fortaleza de piedra que le fue concedida y no abandona el timón de la Iglesia que una vez recibió». Por esta razón siempre ha sido «necesario para toda Iglesia —es decir para los fieles de todo el mundo—» «estar de acuerdo» con la Iglesia Romana «debido a su más poderosa principalidad», para que en aquella sede, de la cual fluyen a todos «los derechos de la venerable comunión», estén unidas, como los miembros a la cabeza, en la trabazón de un mismo cuerpo.
Por lo tanto, si alguno dijere que no es por institución del mismo Cristo el Señor, es decir por derecho divino, que el bienaventurado Pedro tenga perpetuos sucesores en su primado sobre toda la Iglesia, o que Francisco  no es el sucesor del bienaventurado Pedro en este misma primado: sea anatema.

Capítulo 3:
Sobre la naturaleza y carácter del primado de Francisco

Y así, apoyados por el claro testimonio de la Sagrada Escritura, y adhiriéndonos a los manifiestos y explícitos decretos tanto de nuestros predecesores los Romanos Pontīfices como de los concilios generales, nosotros promulgamos nuevamente la definición del Concilio Ecuménico de Florencia, que debe ser creída por todos los fieles de Cristo, a saber, que «la Santa Sede Apostólica y Francisco mantienen un primado sobre todo el orbe, y que el mismo Francisco es sucesor del bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, y que es verdadero vicario de Cristo, cabeza de toda la Iglesia, y padre y maestro de todos los cristianos; y que a Francisco , en el bienaventurado Pedro, le ha sido dada, por nuestro Señor Jesucristo, plena potestad para apacentar, regir y gobernar la Iglesia universal; tal como está contenido en las actas de los concilios ecuménicos y en los sagrados cánones».
Por ello enseñamos y declaramos que la Iglesia Romana, por disposición del Señor, posee el principado de potestad ordinaria sobre todas las otras, y que esta potestad de jurisdicción de Francisco, que es verdaderamente episcopal, es inmediata. A ella están obligados, los pastores y los fieles, de cualquier rito y dignidad, tanto singular como colectivamente, por deber de subordinación jerárquica y verdadera obediencia, y esto no sólo en materia de fe y costumbres, sino también en lo que concierne a la disciplina y régimen de la Iglesia difundida por todo el orbe; de modo que, guardada la unidad con Francisco , tanto de comunión como de profesión de la misma fe, la Iglesia de Cristo sea un sólo rebaño bajo un único Supremo Pastor. Esta es la doctrina de la verdad católica, de la cual nadie puede apartarse de ella sin menoscabo de su fe y su salvación.
Esta potestad de Francisco de ninguna manera desacredita aquella potestad ordinaria e inmediata de la jurisdicción episcopal, por la cual los obispos, quienes han sido puestos por el Espíritu Santo58 como sucesores en el lugar de los Apóstoles, cuidan y gobiernan individualmente, como verdaderos pastores, los rebaños particulares que les han sido asignados. De modo que esta potestad sea es afirmada, apoyada y defendida por el Supremo y Universal Pastor; como ya San Gregorio Magno dice: “El honor de Francisco es el honor de toda la Iglesia. Su honor es la fuerza inconmovible de mis hermanos. Entonces él recibe verdadero honor cuando éste no es negado a ninguno de aquellos a quienes se debe”.
Además, se sigue de aquella potestad suprema de Francisco de gobernar la Iglesia universal, que él tiene el derecho, en la realización de este oficio suyo, de comunicarse libremente con los pastores y rebaños de toda la Iglesia, de manera que puedan ser enseñados y guiados por Francisco en el camino de la salvación. Por lo tanto condenamos y rechazamos las opiniones de aquellos que sostienen que esta comunicación de Francisco, Cabeza Suprema,  con los pastores y rebaños puede ser lícitamente impedida o que debería depender del poder secular, lo cual los lleva a sostener que lo que es determinado por la Sede Apostólica o por su autoridad acerca del gobierno de la Iglesia, no tiene fuerza o efecto a menos que sea confirmado por la aprobación del poder secular.
Ya que Francisco , por el derecho divino del primado apostólico, preside toda la Iglesia, de la misma manera enseñamos y declaramos que Francisco es el juez supremo de los fieles, y que en todos las causas que caen bajo la jurisdicción eclesiástica se puede recurrir a su juicioEl juicio de la Sede Apostólica o sea de Francisco  (mayor que la de él no hay ninguna autoridad) no está sujeto a revisión de nadie, ni a nadie le es lícito juzgar acerca del juicio de Francisco . Y por lo tanto se desvían del camino genuino de  la verdad quienes mantienen que es lícito apelar sobre los juicios de Francisco y de los  Romanos Pontífices a un concilio ecuménico, como si éste fuese una autoridad superior a la de Francisco,
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[Canon] Así, pues, si alguno dijere que Francisco  tiene tan sólo un oficio de supervisión o dirección, y no la plena y suprema potestad de jurisdicción sobre toda la Iglesia, y esto no sólo en materia de fe y costumbres, sino también en lo concerniente a la disciplina y gobierno de la Iglesia dispersa por todo el mundo; o que tiene sólo las principales partes, pero no toda la plenitud de esta suprema potestad; o que esta potestad suya no es ordinaria e inmediata tanto sobre todas y cada una de las Iglesias como sobre todos y cada uno de los pastores y fieles: sea anatema.

Capítulo 4:
Sobre el magisterio infalible de Francisco

Aquel primado apostólico que Francisco posee sobre toda la Iglesia como sucesor de Pedro, príncipe de los apóstoles, incluye también la suprema potestad de magisterio. Esta Santa Sede siempre lo ha mantenido, la práctica constante de la Iglesia lo demuestra, y los concilios ecuménicos, particularmente aquellos en los que Oriente y Occidente se reunieron en la unión de la fe y la caridad, lo han declarado.
Así los padres del cuarto Concilio de Constantinopla, siguiendo los pasos de sus predecesores, hicieron pública esta solemne profesión de fe: «La primera salvación es mantener la regla de la recta fe… Y ya que no se pueden pasar por alto aquellas palabras de nuestro Señor Jesucristo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”63, estas palabras son confirmadas por sus efectos, porque en la Sede Apostólica y en Francisco  la religión católica siempre ha sido preservada sin mácula y se ha celebrado la santa doctrina. Ya que es nuestro más sincero deseo no separarnos en manera alguna de esta fe y doctrina, …esperamos merecer hallarnos en la única comunión que la Sede Apostólica en Francisco predica, porque en ella está la solidez íntegra y verdadera de la religión cristiana»64.
Y con la aprobación del segundo Concilio de Lyon, los griegos hicieron la siguiente profesión: «La Santa Iglesia Romana posee el supremo y pleno primado y principado sobre toda la Iglesia Católica. Ella verdadera y humildemente reconoce que ha recibido éste, junto con la plenitud de potestad, del mismo Señor en el bienaventurado Pedro, príncipe y cabeza de los Apóstoles, cuyo sucesor es FranciscoY puesto que ella tiene más que las demás el deber de defender la verdad de la fe, si surgieran preguntas concernientes a la fe, es por el juicio de Francisco  que estas deben ser definidas».
Finalmente se encuentra la definición del Concilio de Florencia: «Francisco es el verdadero vicario de Cristo, la cabeza de toda la Iglesia y el padre y maestro de todos los cristianos; y a él fue transmitida en el bienaventurado Pedro, por nuestro Señor Jesucristo, la plena potestad de cuidar, regir y gobernar a la Iglesia universal».
Para cumplir este oficio pastoral, nuestros predecesores trataron incansablemente que la doctrina salvadora de Cristo se propagase en todos los pueblos de la tierra; y con igual cuidado vigilaron de que se conservase pura e incontaminada dondequiera que haya sido recibida. Fue por esta razón que los obispos de todo el orbe, a veces individualmente, a veces reunidos en sínodos, de acuerdo con la práctica largamente establecida de las Iglesias y la forma de la antigua regla, han referido a esta Sede Apostólica especialmente aquellos peligros que surgían en asuntos de fe, de modo que se resarciesen los daños a la fe precisamente allí donde la fe no puede sufrir mella. Francisco también, como las circunstancias del tiempo o el estado de los asuntos lo sugerían, algunas veces llamando a concilios ecuménicos o consultando la opinión de la Iglesia dispersa por todo el mundo, algunas veces por sínodos particulares, algunas veces aprovechando otros medios útiles brindados por la divina providencia, definió  como doctrinas a ser sostenidas aquellas cosas que, por ayuda de Dios, el sabía que estaban en conformidad con la Sagrada Escritura y las tradiciones apostólicas.
Así el Espíritu Santo fue prometido a Francisco no de manera que él pudiera, por revelación suya, dar a conocer alguna nueva doctrina, sino que, por asistencia suya, él   pudieran guardar santamente y exponer fielmente la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la fe. Ciertamente su apostólica doctrina fue abrazada por todos los venerables padres y reverenciada y seguida por los santos y ortodoxos doctores, ya que ellos sabían muy bien que Francisco siempre permanece libre de error alguno, según la divina promesa de nuestro Señor y Salvador al príncipe de sus discípulos: «Yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y cuando hayas regresado fortalece a tus hermanos».
Este carisma de una verdadera y nunca deficiente fe fue por lo tanto divinamente conferida a Pedro y a sus sucesores, tal que a Francisco, en esta cátedra, de manera que puedan desplegar su elevado oficio para la salvación de todos, y de manera que todo el rebaño de Cristo pueda ser alejado por ellos del venenoso alimento del error y pueda ser alimentado con el sustento de la doctrina celestial. Así, quitada la tendencia al cisma, toda la Iglesia es preservada en unidad y, descansando en su fundamento, se mantiene firme contra las puertas del infierno.
Pero ya que en esta misma época cuando la eficacia salvadora del oficio apostólico es especialmente más necesaria, se encuentran no pocos que desacreditan la autoridad de Francisco, nosotros juzgamos absolutamente necesario afirmar solemnemente la prerrogativa que el Hijo Unigénito de Dios se digno darle con el oficio pastoral supremo.
Por esto, adhiriéndonos fielmente a la tradición recibida de los inicios de la fe cristiana, para gloria de Dios nuestro salvador, exaltación de la religión católica y salvación del pueblo cristiano, con la aprobación del Sagrado Concilio, enseñamos y definimos como dogma divinamente revelado que:
Francisco , cuando habla ex cathedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones de Francisco son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables.
[Canon] De esta manera si alguno, no lo permita Dios, tiene la temeridad de contradecir esta nuestra definición: sea anatema.
Dado en Roma en sesión pública, sostenido solemnemente en la Basílica Vaticana en el año de nuestro Señor de mil ochocientos setenta, en el decimoctavo día de julio, en el vigésimo quinto año de Nuestro Pontificado.

.¿Como le fue? ¿Se dan cuenta ahora lo que es un absurdo monstruoso y blasfemo decir que Francisco es el Papa de la Iglesia Católica?
Ahora, antes de concluir que las puertas del infierno prevalecieron contra la Iglesia, hay algunas cosas que debe saber:
“No seas incrédulo, sino creyente” (Jn 20:27).

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